Luis Yánez Domingo,
15 DE NOVIEMBRE DE 2015
Hay momentos en la vida cuando no hay palabras. El horror es la mejor forma de describir lo sucedido el
viernes en París.
El Estado Islámico (ISIS) se atribuyó la responsabilidad. Fue
un acto de barbarie. Un ataque cobarde contra civiles desarmados.
La venganza individual con actos terroristas contra una
población indefensa es un método monstruoso. Los que llevaron a cabo esta
masacre y los que la planearon son asesinos. Los que murieron en París eran
inocentes; la gente común, los trabajadores y la juventud.
Pero hay que tener el valor de decir que la guerra no empezó el viernes. El gobierno francés de Hollande no es inocente. Él tiene las manos sucias
de sangre, bien dice el refrán “quien siembra vientos recoge tempestades”.
No es una guerra de religiones, aunque el vocabulario del
Estado Islámico es musulmán y fundamentalista. No es un choque de
civilizaciones, el "Oriente contra Occidente", una variación
literaria para envenenar la conciencia que excita odio y justificar una guerra
en el Medio Oriente.
Es un conflicto que tiene sus raíces en la dominación
mundial imperialista. Es la lucha por el campo petrolero.
Es el resultado caótico de las derrotas sucesivas de la ola
revolucionaria dirigida por los gobiernos nacidos en los años cincuenta y
sesenta e inspirados en el nacionalismo nasserista en Egipto, que fue
progresiva en el contexto de la Guerra Fría, pero que terminó en la
instauración de dictaduras militares monstruosas (Saddam Hussein, Gadafi,
Mubarak, Assad). El Estado Islámico reclutó funcionarios sunitas de la Guardia
Republicana de Saddam, además de los yihadistas que vinieron de Chechenia,
Bosnia y de más allá de los suburbios miserables de Londres y París, entre
otras muchas ciudades europeas, donde la población inmigrante es discriminada y
perseguida.
Es necesario recordar que, durante muchos años, todos los
días son 13 de noviembre en Siria. Los muertos en Siria también son inocentes.
Además de los refugiados que huyen a Europa para salvar sus vidas.
El gobierno sirio de Assad utiliza todos los medios para
mantenerse en el poder y reprimir a una rebelión que nació en paz.
Los bombardeos de Estados Unidos, Francia y Rusia en Siria,
los atentados en Arabia Saudita, en Yemen, la invasión de Afganistán, Irak, las
masacres en Chechenia, la limpieza étnica en Bosnia tendrían sus consecuencias.
La barbarie imperialista ha alimentado la barbarie terrorista.
La guerra no empezó el viernes.
Y esta guerra no es nuestra ¡la paz si!
